La pandemia puso a prueba la resistencia de internet, aunque operadores y proveedores pasaron con éxito la exigente prueba del confinamiento total en prácticamente todos los países. Pero ahora la Red de redes se enfrenta a otro gigante desconocido y que aún está por ver cuándo hará su aparición. Un estudio reciente de la investigadora de la Universidad de California Sangeethe Abdu Jyothi ha puesto sobre aviso al resto del planeta y los ojos miran al Sol.
«Una tormenta solar podría hacer colapsar las comunicaciones», Esta es la alerta formal que aparece en el informe, donde también se cuantifica el posible daño si se terminase colapsando la red global de internet durante meses por fallos producidos por ese choque de ondas electromagnéticas: unos 7.000 millones de dólares en pérdidas solo en EE UU.
Parece un escenario más propio de Hollywood, aunque los expertos lo ven posible ya que una eyección de la masa coronal del astro rey (una gran cantidad de partículas muy magnetizadas) provocaría una onda de radiación que dejaría totalmente caída la red GPS que rodea la Tierra al impactar en el campo magnético que la protege, pero también podría causar estragos en los grandes cables submarinos que son parte fundamental del esqueleto mundial de internet.
No obstante, los episodios de tormentas solares son raros y poco frecuentes. De hecho, los libros de Historia no albergan muchos recuerdos de este tipo. La más reciente tuvo lugar en 2003 en la ciudad sueca de Malmö, donde se produjeron apagones. A finales de ese mismo año también se vieron dañados algunos transformadores eléctricos en latitudes bajas como Sudáfrica.
Más atrás en el calendario, en 1989 una leve tormenta solar tumbó la red hidroeléctrica de Quebec (Canadá) durante nueve horas. Muy lejos aparece el gran apagón de 1859, donde las agujas de las brújulas bailaron de forma descontrolada. Se le conoce como evento Carrington y paralizó las redes de telégrafos, casi recién estrenadas. También se tiene constancia de otro evento parecido al canadiense en 1921.
En todo caso, la preocupación por el sistema global de comunicaciones es creciente, aunque según los expertos la probabilidad de un evento similar al de Carrington es de un 12% por década o de uno cada 100-150 años. En julio de 2012 la Tierra evitó una eyección solar parecida por solo una semana de margen y fue gracias a la rotación del astro rey.
El punto más sensible para las comunicaciones mundiales está varios kilómetros bajo la superficie terrestre, en el lecho marino. Los cables submarinos son grandes autopistas de datos que conectan países y continentes atravesando mares y océanos. Según Jyothi, de la Universidad de California, las redes locales y estatales no se verían afectadas por una eventual crisis solar pero sí las grandes conexiones.
Están formadas por cables de fibra óptica, en los que pulsos de luz rebotan en el interior de las hebras de silicio para transmitir información. Una construcción y un funcionamiento que evita que estos dispositivos estén o puedan ser afectados por corrientes magnéticas. Su punto débil, señala dicha investigadora, se encuentra en los repetidores, colocados cada 50-150 kilómetros.
Con ellos se amplifica la señal y así los operadores consiguen que ni se degrade ni se pierda durante el largo viaje. Por eso se construyen con componentes electrónicos, lo que significa que podrían dañarse con una tormenta solar. El enlace podría dejar de funcionar, de ahí que esta plataforma sea más vulnerable ante una interrupción generalizada.
A priori, Asia es una de las zonas con menos riesgos porque sus cables son más cortos, mientras que los que cruzan los océanos Atlántico y Pacífico en latitudes altas estarían en mayor riesgo ante tormentas solares, incluso aunque fuesen moderadas.